Hacienda: recurso de reposición y providencia de apremio

por | 4 agosto 2020 | Impues­tos

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La admi­nis­tra­ción, cuando pende ante ella un recurso o impug­na­ción admi­nis­tra­tiva, no puede dic­tar pro­vi­den­cia de apre­mio sin resol­ver antes ese recurso de forma expresa. Es el cri­te­rio con­te­nido en la sen­ten­cia de 3 de junio de 2020 del Tri­bu­nal Supremo.

En el supuesto ana­li­zado, el con­tri­bu­yente había inter­puesto un recurso de repo­si­ción potes­ta­tivo con­tra una liqui­da­ción tri­bu­ta­ria. No soli­citó la sus­pen­sión de la eje­cu­ción de la deuda mien­tras se resol­vía dicho recurso. La admi­nis­tra­ción dictó pro­vi­den­cia de apre­mio una vez ago­tado el plazo de reso­lu­ción del recurso sin resol­verlo, con­si­de­rando enton­ces que se había pro­du­cido el acto des­es­ti­ma­to­rio pre­sunto que le habi­li­taba para ini­ciar la vía de apre­mio.

El Tri­bu­nal con­si­dera que el acto sur­gido por silen­cio solo es una fic­ción cuya prin­ci­pal vir­tua­li­dad es la de per­mi­tir al afec­tado la posi­bi­li­dad de impug­narlo, impi­diendo el blo­queo que supone la crea­ción de situa­cio­nes inde­fi­ni­das u obs­ti­na­das de falta de res­puesta. Pero tal posi­bi­li­dad impug­na­to­ria no altera el deber de la admi­nis­tra­ción de resol­ver expre­sa­mente el recurso. Y hasta que no resuelva expre­sa­mente no puede dic­tar una pro­vi­den­cia de apre­mio, pues de lo con­tra­rio se esta­rían per­mi­tiendo dos prác­ti­cas vicia­das de la admi­nis­tra­ción y con­tra­rias a prin­ci­pios cons­ti­tu­cio­na­les: el dere­cho a la tutela judi­cial efec­tiva y el prin­ci­pio de buena admi­nis­tra­ción.

El silen­cio admi­nis­tra­tivo no otorga a la admi­nis­tra­ción una opción a con­tes­tar o no según le plazca o le con­venga. Caso con­tra­rio, el recurso de repo­si­ción no ten­dría nin­guna vir­tua­li­dad ni efi­ca­cia favo­ra­ble para el intere­sado. Por tanto, “no se com­prende bien que se apre­mie la deuda tri­bu­ta­ria antes de resol­verse de forma expresa el recurso de repo­si­ción que, teó­ri­ca­mente, podría dar al traste con el acto de cuya eje­cu­ción se trata”. Ade­más, “el mismo esfuerzo o des­plie­gue de medios que se nece­sita para que la admi­nis­tra­ción dicte la pro­vi­den­cia de apre­mio podría dedi­carse a la tarea no tan ímproba ni irrea­li­za­ble de resol­ver en tiempo y forma, o aun intem­pes­ti­va­mente, el recurso de repo­si­ción, evi­tando así la per­sis­tente y recu­sa­ble prác­tica del silen­cio nega­tivo como alter­na­tiva u opción ile­gí­tima al deber de resol­ver”.

De la recta con­fi­gu­ra­ción legal del prin­ci­pio de eje­cu­ti­vi­dad y de sus lími­tes, así como del régi­men del silen­cio admi­nis­tra­tivo y del prin­ci­pio de buena admi­nis­tra­ción, puede con­cluirse la siguiente inter­pre­ta­ción:

La Admi­nis­tra­ción, cuando pende ante ella un recurso o impug­na­ción admi­nis­tra­tiva, potes­ta­tivo u obli­ga­to­rio, no puede dic­tar pro­vi­den­cia de apre­mio sin resol­ver antes ese recurso de forma expresa, como es su deber.

El silen­cio admi­nis­tra­tivo no es sino una mera fic­ción de acto a efec­tos de abrir frente a esa omi­sión las vías impug­na­to­rias per­ti­nen­tes en cada caso.

Ade­más, no puede des­car­tarse a priori la posi­bi­li­dad de que, exa­mi­nado tal recurso, que con­lleva per se una pre­ten­sión de anu­la­ción del acto, fuera aten­di­ble lo que él se pide. De esa suerte, la admi­nis­tra­ción no puede ser pre­miada o favo­re­cida cuando no con­testa tem­pes­ti­va­mente las recla­ma­cio­nes o recur­sos, toda vez que la eje­cu­ti­vi­dad no es un valor abso­luto, y uno de sus ele­men­tos de rela­ti­vi­za­ción es la exis­ten­cia de accio­nes impug­na­to­rias de las que la admi­nis­tra­ción no puede des­en­ten­derse.

Margarita de Troya

Margarita de Troya

Licen­ciada en Dere­cho

Licen­ciada en Dere­cho por la Uni­ver­si­dad de Málaga y Más­ter tam­bién por la misma Uni­ver­si­dad. Ha ejer­cido como abo­gada ante los Tri­bu­na­les y ha impar­tido cla­ses de Dere­cho; actual­mente es con­se­jera con­sul­tiva en José María Gon­zá­lez Abo­ga­dos desde 2013.

Espe­cia­li­zada en Dere­cho Civil, Dere­cho Suce­so­rio (así como su apli­ca­ción a situa­cio­nes inter­na­cio­na­les) y Dere­cho Fis­cal de los No Resi­den­tes.

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